no es cuando yo me vaya. es. que ya me he ido._ cuaderno de bitácora

Empiezo desde un punto en el que ya lo tengo todo dicho.
Todo está soberanamente pensado, preparado, y el camino iniciado desde hace tiempo. 
Entiendo vuestros recelos, y comprendo que para algunas personas pueda parecer que estoy cometiendo casi un delito. 

He leído vuestros puntos de vista, he atendido a vuestras razones, y desde hace tres meses he escuchado todas las versiones habidas y por haber, que pudieran resultar de la conversación que hoy vamos a tener aquí. 

Primeramente no quiero faltarle el respeto a nadie y sé que todo lo que decís lo hacéis desde el punto de vista del cariño y el amor. Pero debéis de respetar mis decisiones sobre mi propio cuerpo. Decisiones que tomo de manera libre, sin coacción ninguna, y tras ser meditadas durante mucho, mucho tiempo. 
Me he puesto en manos de profesionales médicos que me han estado tratando las distintas patologías, qué tanto directa o indirectamente han formado parte de la decisión intrascendente que he tomado. 

Y digo intrascendente porque no tiene ninguna importancia. Se fehacientemente que el tiempo continuará igual pase lo que pase, y a quien le pase. 
Yo hace tiempo que observo el mundo a través de una ventana en la que el tiempo se ha detenido de golpe. 
El polvo se acumula a mi alrededor, el hambre ha uído como las ratas del barco que se hunde. Mis ganas de seguir viviendo ya no están. 
Porque mi vida era única y exclusivamente un trozo de ella. Al igual que para ella yo era un trozo imprescindible es la suya.

Nada tiene que ver la dependencia que pudiera tener, ni las necesidades físicas y psíquicas a las que estuviéramos sometidos. 
Como equipo nos compenetramos de tal manera que las carencias del uno la suplía el otro y viceversa. 
Nunca tuvimos necesidad de vivir el uno sin el otro, salvo porque mi amante, compañera y amiga era también madre. 

Yo no tengo nada de eso. No tengo herederos ni quiero. No soy persona social porque me he ido aislando cada vez más de una sociedad que no me gusta. 
No me importa si sale a mi favor la valoración por minusvalía, que el accidente me provocó en el 2019. Ya es demasiado tarde para que eso me dé algo de importancia, para valorar de forma diferente mi decisión. Aquello era otro escalón más para facilitar la vida a quien tanto he amado, 

Antes compenetraba amores y el arte era el segundo del escalafón. Hoy ese amor desapareció como el primero. Es más. Me ha aportado más satisfacción donar todo mi material artístico a academias sin recursos, que lo han recibido con el mismo amor con que yo lo compré en su momento. 
Sabéis que he donado también muchísimas cosas que hacían de nuestra vida algo entretenido. Hoy sirven para dar educación a personas excluidas, sin medios, o animales que permanecían apartados por la indiferencia del ser humano. Mañana sale la última tanda de productos que donamos. Ayudará a que los conocimientos de cuarenta años de mi compañera sirvan para dar ilusión a quienes no pueden costearse clases de cocina. 

Muchas más cosas han sido donadas a personas que las necesitan, y varias entidades han colaborado con nosotros en hacer llegar esos productos a quienes lo necesitan. 

Los servicios sociales que tanto nos han ayudado a lo largo de este tiempo a mi compañera y a mí, nos han dado la mano y nos han guiado por este camino tan difícil de donaciones, papeleos, y demás gestiones que solamente quien está metido dentro puede llegar a no desesperar. 

Aún quedan pequeños resquicios que tengo que solventar. Pero todo es única y exclusivamente papeleo. 

La vida se ha convertido en un campo de concentración para mí. Muchos decís sin conocer que mi bichito no querría eso para mí, pero no conocéis toda la historia, solo habéis leído la portada del libro. Tanto mi mujer como yo teníamos un pacto que estaba por encima de todo. 

Lo primero de todo era que éramos amigos. Los mejores amigos. Y nunca nos mentíamos. Después todo lo demás. Porque de la amistad nace el respeto y del respeto nace el amor. No puede haber amor sin respeto, ni respeto sin amistad. 
Ambos sabíamos que la enfermedad acabaría con la vida física de mi compañera, al igual que la psíquica del que escribe. Hemos tenido bastantes años para prepararnos y no tomar decisiones en caliente. 
Cada uno ha tenido la libertad de poder decidir cuando ya era suficiente sufrimiento, y el otro, ha cumplido fielmente con la misión que se encomienda a quien debe respetar las decisiones de quién ama. 

No vengo a convencer a nadie, ni quiero tampoco influenciar de ninguna manera. Yo no soy un influencer. Solo soy un hombre roto. Un muñeco que ya no tiene arreglo, y que como todo lo que no tiene arreglo lo mejor es tirarlo al fuego. 

Aún me quedan cosas por vivir, promesas que hice en su día y que pienso cumplir. Que se irán haciendo poco a poco realidad, alimentando un poco más el tarro de las esencias del amor, escribiendo tal vez una memoria que no pueda el Alzheimer borrar. 

No quiero que creáis a pies juntillas lo que os digo. Solo os pido una cosa. Respeto. 
Respetad mis decisiones como yo respetaré las vuestras, cuando queráis tomar la decisión que creáis conveniente sobre cualquier cosa de la vida. 

Mi vida es lo único que me pertenece en propiedad. No se la debo a nadie y es mía porque yo la he hecho mía.

Yo la he forjado y la he alimentado durante 54 años. Me he instruido, me he alimentado de amor y de cariño de quien me rodeaba. He dado tanto o más cariño que el recibido. Pero me ha llegado el momento de sentarme en esta piedra, y junto a los restos de quien fue el amor de mi vida, permanecer durante un rato ver pasar la vida de los demás. Oír el canto de los pájaros, oler las flores, y sentir el viento en la cara. 
Quiero poder mantener una conversación con quien ya no está, ante la magnificencia de la naturaleza abierta para nosotros, como la zona VIP de una discoteca. Quiero poderle dedicar un momento de paz a mi alma, recargar las baterías del amor, y así una vez reconstruido de nuevo piedra, la piedra, volver a encontrarme cara a cara con quién en su día decidí vivir hasta el final de nuestras vidas. 

Después todo será dejar de comer y de beber. En otras culturas a las personas que hacen eso cuando saben que sus cuerpos ya no son más que meros envoltorios que pesan y molestan, se les permite utilizar su derecho a la vida o a su propia muerte. Y nada de eso es deshonroso ni es doloroso ni triste, al contrario. Eso nos permite ser más humanos. 

Soy donante de órganos así que después que usen de mí tanto como quiera no puedan. Mi mayor felicidad tras mi muerte será justamente eso ver que puedo colaborar a mejorar la vida de otras personas.

Cuando yo me marché habrá muchas cosas que deje atrás. Desde una pequeña firma digital hasta cuadernos que hice para poder pintar dibujos que ya no serán. Pero todo es aprovechable en esta sociedad y en la humanidad.
 La basura del nombre es el tesoro de otro.
 Así que no me preocupa lo más mínimo lo que quede detrás. 

Pero si está bien planificado como llegaremos mi mujer y yo a formar parte de un mismo proyecto nuevo. Ambos seremos unificados y formaremos parte de la naturaleza como en su momento lo fuimos. Nos iremos sin dejar huella, porque no hay cosa más bonita que pasar por la vida, vivirlo todo incluso el mayor de los amores, y marcharte un día sin dejar rastro. Gracias a la verdadera amistad volveremos a estar juntos.

Eso es la vida bien vivida.

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