cuaderno de bitácora. domingo dieciocho de mayo del 2025

Buenos días amor mío. 

Hoy te escribo temprano aunque a lo mejor tengamos doble sesión hoy. 

Ayer fue un día terriblemente malo, y intenté por todos los medios no echarle mano a la medicación, para que fuera mi cabeza la que fuera creando un poco la ayuda y menos la farmacopea. Pero me resultó de todos modos imposible.

También el hablar contigo me ayuda mucho, porque aunque no deje de llorar siento que me acerca a ti, y de alguna manera creo que me puedes escuchar. 

Por eso cariño mío, siento mucho utilizarte de vez en cuando como manto de lágrimas, pero hay días y días amor mío, y esta semana en particular no lo estoy llevando nada bien. 

He intentado cansarme haciendo cosas en el piso, pero de esa manera lo único que consigo es que me duela la espalda, sudar un montón porque la debilidad y la falta de alimento me hace esforzarme más de lo que a veces el cuerpo puede aguantar, y luego termino todo el día en la cama para intentar simplemente que pase el tiempo. 

Te escribo a diario no solamente aquí, porque esto me gusta compartirlo por si alguien se encuentra en la misma situación que yo, que sepa que no es la única persona en el mundo, a la que  no le sangra el corazón, y le duele el alma. 

Ayer me abrace a ti cómo un náufrago a una tabla, pero no encontré desconsuelo. Simplemente me quedé sentado en la cama, abrazado a la urna buscando que me pudieras transmitir algo desde tus cenizas. Porque a veces es demasiado el silencio  en mi cabeza. Intento aislarme de los ruidos de la vecindad  para no volverme loco, y subir y meterles fuego como a las chinches. Así que al final tuve que echar mano a la medicación, porque ni el ruido cesaba, ni el monstruo callaba, ni yo encontraba consuelo de ninguna manera, ni tú me decías nada. 

Así que ayer me rendí a los brazos de Morfeo a tramos cortos, porque aunque busco el sueño  mi cabeza se niega en redondo a dejarse dominar, y pelea durante muchísimo tiempo contra el efecto de las pastillas. Consigo cansarme más todavía, pero no me da más que para dos o tres horas de sueño. 

Hoy no va a volver a ser igual porque no podré aguantarlo. No sé como lo afrontaré. Probablemente me autobatezca de nuevo de relajantes y de algo que me ayuda a dormir.
De verdad que me estoy sintiendo cada día peor. Lo siento cada vez más aislado, inclusive cuando salgo a dar una vuelta simplemente porque me dijeron que lo hiciera, y que no perteneciera  acostado y abandonado porque entonces sería peor. Pero no veo donde podría estar peor ni cómo podría empeorar la situación, no encuentro más camino que  dejarme llevar río abajo flotando como un trozo de madera muerto.


Necesitaba que supieras que sigo aquí. Necesito que no me olvides ni me abandones. Y que vengas a buscarme cuanto antes, porque es insoportable este maldito sufrimiento.
 No sé qué esperaban  los demás de mi. Tal vez crean que soy lo suficientemente fuerte o decidido para poder salir de este agujero sin fondo. Pero la verdad es que en ocasiones me siento mejor aquí, acostado, medio dormido, reventado de mover cajas y de llorar con el mayor de los desconsuelos.

Hoy por mi parte ya he hecho bastante. He tendido otra lavadora como te prometí, reubicado las últimas cajas de libros de los cuales he sacado cuatro o cinco que verdaderamente me llegan al alma.

Se han ido un montón de muy buenos libros y lo siento porque eso sé que te duele, pero es que no he encontrado quien quisiera quedarse con ellos. Ni siquiera en las escuelas.
A mí me duele porque eras una lectora maravillosa con un gusto exquisito. 

Hoy en día se puede sacar por internet cualquier cosa salvo el tacto de esos libros,  pasar esas páginas ya no serán ninguna experiencia para nadie más. O quién sabe a lo mejor alguien los ha rescatado y los está disfrutando ahora, ojalá.

Estos es que me quedo son algunos de los que te leía en el hospital. Y me gustaba mucho ese enlace que teníamos. Me gustaba entre interrupciones de inyecciones tratamientos y pastillas, leerte las obras de los hermanos Álvarez Quintero, de los cuales son unos cuantos libros de los que me he quedado.
Le he dejado también una colección allí a Manolo, porque sé que le gusta mucho la lectura y los va a disfrutar. Igual que disfrutará tu máquina de coser y las pocas cosas que he podido dejar allí que sinceramente ya no quiero ni ir a buscar. 

Pensé en un momento dado que quería ir a por mi pequeño estudio portátil de tatuajes, y tatuarme algo en tu honor, pero ya te llevo tatuada en el alma, y es un tatuaje que me cubre el cuerpo entero. Como recuerdo visible me quedo con el que me hice y en el que te llevo con tanto amor. 
Así que allí se queda. Esa etapa de la vida se va a quedar allí almacenada entre cajas polvo y telarañas. En un rincón perdido y olvidado.

De lo que queda aquí amor mío,  prácticamente está todo ya organizado. Salvo cuando Ana se ponga en contacto conmigo de esa escuela de cocina, que tienen tan pocos medios para poder ayudar a los chavales que quieren aprender, y para los que serán todo lo que queda ahí de menaje, freidoras, posiblemente sí vaya a por la máquina de corte de chacina, y todos los utensilios que utilizaste a lo largo de tu vida tanto profesional como aquí en casa. Es una pena tener unos cuchillos tan buenos y un material tan extenso y no darle utilidad, así que en cuanto a Ana me comenté con quién  me tengo que poner en contacto lo donaré, con tanto amor como sé que tú lo harías. 
Me acuerdo de tu amigo Rafa, cada vez que hablo de las cosas de la cocina. Si él ha podido llegar a ser el gran chef que es, ha sido gracias a ti, a tus consejos, a tu material y a tu cariño. Ojalá todo esto sirva para que salgan nuevos Rafas de entre los fogones de distintas cocinas.

Te dejo por el momento amor mío. Vuelvo a sentir esa crisis de ansiedad que me lleva, y voy a medicarme para no sentir el sufrimiento que tuve ayer.
Luego es probable que escriba otra página en el cuaderno de bitácora, porque si entre semana es difícil llevarlo, los finales de la misma es casi insoportable. 

Te amo vida mía.  Siempre

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