Dame la mano y yo te llevaré al cielo. Cuaderno de bitácora
Ese efecto mágico que envuelve al proceso de juntar las manos amadas,
La sensación de la energía que recorren los dedos tanto en una mano como en otra.
Pasando indistintamente de la de uno a la de la otra y no perdiendo intensidad por ello.
Estas cosquillas que circulan por los poros abrazando los de una mano a los de la otra.
El interruptor que pasa de apagado a encendido en esa parte del cerebro solamente destinada al amor.
El calor y el frío, el sudor y la sequedad, de dos juguetones que se niegan a dejar de acariciar.
Y se juega con los pliegues, y se juega con las uñas, acariciando el filo de cada una.
Y te entretienes cuando encuentras algo que nos recuerdas o que antes no estaba ahí.
Y lo tocas y lo acaricias, y lo reconoce es desde la distancia como si fueras un sensor muy sofisticado,
Creando una imagen perfecta, tridimensional, con su propia textura, con su propia temperatura,
En ese rincón del cerebro donde se guarda el amor, la ternura, y la empatía.
Bien guardadita en la carpeta, de reconocimiento corporal del amor de tu vida, con fecha de actualización desde ese mismo momento.
Qué hermosas son y que perfectas las manos. Que aunque tengan mil formas diferentes o malformaciones, o lesiones, cicatrices, verrugas.
Qué cosa más hermosa la mano de la persona amada en ese momento que sin buscarla la encuentras porque sabes dónde está.
Qué maravilla buscar ese tacto siempre deseado, y al sentirlo volver a sentir las mismas cosquillas día tras día.
Qué cosa puede haber mejor y más maravillosa que caminar cogido de la mano de la persona amada por cualquier lugar del mundo.
Cuando dos cuerpos se unen en el mismo camino, al mismo paso, y en la misma dirección, son las manos las que guían los cuerpos.
Son ellas las que toman la determinación de que camino tomar, cuando parar, cuando acelerar, e incluso cuánto apretar.
Porque según se aprietan y dependiendo como y donde, en su propio idioma se están transmitiendo datos que llega a los cerebros de cada mano.
Un apretón de alegría no es igual que un apretón de miedo. Un apretón de advertencia no es lo mismo que una perdón de desavenencia.
Todos son diferentes pero el cerebro los reconoce perfectamente. Porque los amantes aprenden a hablar con sus manos,
Y es un idioma que no puede llevar mentiras porque la palabra mentira no existe en el tacto de las manos.
Puedo engañar una boca, puede engañar la mirada, el dialecto, las poses, las frases hechas.
Pero una mano que toca el hombro de quien sufre, lo sabe transmitir otra cosa que no sea apoyo, fuerza, compañía, unidad.
Cuando una pareja empieza a conocerse, hay un momento en que la toma de manos pasa de ser algo simplemente cordial a algo más profundo.
El tiempo de sujeción y sensación va in crescendo, a medida que la mano va descubriendo que le gusta lo que está reconociendo.
Y ese entrelazar los dedos de manos generalmente distintas en tamaño, forma un compendio de posiciones tal vez forzadas pero buscadas.
Porque cuando se entrelazan las manos no hay mayor cercanía entre dos cuerpos. Ni el beso dice tanto como dos manos entrelazadas de dos amantes.
El artista que se pelea con los papeles y los medios para dibujar, cree que el mayor reto es el retrato, hasta que intenta darle vida a una mano.
Porque las manos tienen la particularidad de poder hablar, y muestran más que muchos retratos.
A la vez son más complejas por la enorme cantidad de posiciones que son capaces de tomar en cualquier segundo y sin pensarlo.
Es por eso que el artista con las manos tiene que tomarse su tiempo. No basta con saber anatomía. Hay que saber leer el gesto.
Qué hermosas son las manos cuando pasan los años iban perdiendo la textura suave y el brillo natural de una piel tirante y sana.
Cuántas cosas pueden llegar a contar unos nudillos sufridos y usados hasta casi acartonarse.
Cuanto nos tienen que decir esas uñas cuando de forma natural se nos muestran sin arquetipos decoración ni parafernalias.
Uñas sufridoras de modas y formas. Algunas maltratadas a mordiscos. Otras destrozadas de tanto trabajar.
Las manos. Cuanto echo de menos tus manos. Cuantas veces se buscaron en mi colchón vacío el calor de tus manos.
Cuantas veces las dibuje metiéndome en el apartado de la anatomía, cuando quería captar en realidad la vida en ellas.
Fueron tus manos la última parte de ti que estuvo en contacto con mis manos cuando dejaste este envoltorio.
Y yo noté como esa energía que unas veces absorbías de mis manos y otras me transmitías, dejó de moverse.
Sí mi amor. Las manos es lo que más busco de ti en ese momento que no quieres reconocer la pérdida.
Y son tus manos las que me arañan el alma cuando te das cuenta de que no es un maldito sueño, sino que te has ido de verdad.
Sueño cada noche en salir de este agujero de oscuridad y agarrarme a tus manos para acompañarte de nuevo.
Y cada mañana me despierto agarrado al aire. Y sufro. Evidentemente sufro. Porque no tengo tus manos para agarrarme al amor.
Te quiero vida mía. No puedo evitar querer seguirte. Porque son esas pequeñas cosas como acariciar tus manos lo que le daba el sentido a mi vida.
Ojalá en la otra vida tengamos también unas manos con las que poder conversar, acariciar, sentir y pasear.
Y si no las hubiera habría que construirlas, porque no puedo comprender que no sean necesarias para transmitir todo lo que transmiten en esta vida.
Y si es cierto que su necesidad no es tal, más ganas tengo de reunirme contigo, para transmitir con todo mi ser el amor que te transmitía con mis manos. Para poder sentir en todo mi cuerpo todo el cariño y el amor que transmitían tus dedos acariciando las palmas de mis manos.
Lo simple a veces es mucho más complejo de lo que pensábamos, y la idea que transmitía un leve gesto de una mano golpeando con mucha suavidad el dorso de otra, eso no hay como explicarlo sin sentirlo.
Cada día te amo más. Y no hay un solo momento en el que no quiera estar a tu lado. Espero que pronto llegue ese momento para volverme a sentir vivo aunque no lo esté.
Este es el cuaderno de bitácora de hoy mi amor. Un cuaderno que asalta entre el deseo, la sensibilidad, la tristeza, el peor de los Dolores, al amor más verdadero y puro. No tiene reglas y se va escribiendo según se necesita.
Y hoy termina aquí.