reflexión

No vivo en un lugar con una historia alegre. Ni siquiera se le puede llamar historia. Y además este aire a muerte que nos rodea siempre. Esos cientos de camiones de muerte agonía que cruzan siempre por delante de mí. Esos ojos de esos animales que saben que van a morir y se posan delante en los tuyos. Al tiempo que espera para poder cruzar. Veo su miedo. Su súplica. Su falta de entendimiento. 
Intento transmitirlas con mi mirada tranquilidad, y decirles que después de esto hay un mundo nuevo y mejor. Pero no me da tiempo a poder conversar a poder conversar porque el camión pasa y se los lleva dentro.

Qualita fábrica de los horrores que esconde in tapa los gritos y el sufrimiento y el nerviosismo y y el miedo. 
Miedo que ellos siento cada vez que me cruzo con un camión, lo que pasó por las puertas del centro. Me imagino ríos de sangre por debajo de sus suelos. Y el sentido inhumano de la pérdida de la humanidad y del raciocinio animal. Que se refleja en los ojos de quienes van a trabajar todos los días por una esperanza y un plan de futuro incierto. 
Personas que a las seis de la mañana se fundan en su uniforme de matar. Hoy una vaca o un ternero, mañana un pollo o un cerdo. El primero costó. El segundo un poco menos. Ahora llama a tan por matar simplemente por un sueldo. 

Y pienso si no será lo mismo cuando se trata de un asesino como de un militar matando Palestinos. Tal vez un soldado israelí que mata a Palestinos desarmados, sea como un matarife de mi pueblo. Un tipo que simplemente mata por dinero. Que con su primera muerte, perdió el sentido de la humanidad, de la empatía, del amor por lo que te rodea. Tal vez ambos atrapados en la red del maldito dinero, han dejado de ser animales para convertirse simplemente en asesinos a sueldo. 

Desde que vivo en este lugar siempre he notado el dolor del sufrimiento en el ambiente. Es como quien se ha acercado a una fosa común de cualquier guerra, o a cualquier centro de genocidio reconocido la historia. El olor a muerte, el escalofrío del miedo, sigue latente en ese lugar como si estuvieras, ante las puertas del infierno. 
Pues este lugar para mí equivale a lo mismo. Es un lugar feo, inhóspito, triste y terriblemente cruel. Donde los derechos de los animales pasan por una muerte lo más digna posible pero sin vuelta atrás. Donde los derechos de los trabajadores, llegan a parecerse mucho a lo que antiguamente se llamaba esclavismo. Ya lo usan látigos que ahora solo usan amenazas de deportación. Y el noventa por ciento si no es más son gente que viven bajo las órdenes del miedo, un trabajo que probablemente no les guste hacer, pero obligados a ello.

En el otro lado de la concertina se ponen medallas y se hacen grandes ágapes con marisco evidentemente, evitando así todo contacto con lo que se haya tenido que matar previamente en tu casa. Y se aplaude al esclavista, se le rinde honores, y se le hacen referencias. Unos esclavos con miedo a la deportación, otras esclavos con miedo a que les falte el sobre, y una mafia condenada en otros países por el enorme daño causado, aquí, en este pueblo, surfean por encima de todo lo sufrible y lo doliente. Amasan a paladas de sangre su riqueza. Y la mantienen bajo buen recaudo con el Imperio del miedo. 

Vivo en un lugar vacío y carente de toda humanidad. Un lugar que debería de haber ardido de hace mucho tiempo. Que con la excusa de dar trabajo, a enriquecido a cuatro. Y todos mis vecinos son portadores de maleta y papeles nuevos. Es un río incesante de carpetas y papeleo, para conseguir la nacionalidad, un contrato nuevo, un alquiler donde vivir, un piso patera donde pernoctar, y un barrio donde ya se notan los guetos. Africanos, sudamericanos, musulmanes, y rumanos. Pudiera parecer una lista de cualquier fascista que se tatúa la esvástica en plena frente. Pero es la realidad de la contratación de los mataderos, reinos de la muerte. 

Mientras siguen subiendo cifras al ranking europeo. Ya han pasado de los cuartos a los terceros. De aquí salen camiones prácticamente para toda Europa de carne despiezada, de muerte envasada, de vidas que no han valido nada. Y tal como valen sus productos valen sus trabajadores. La decenas se les ve haciendo cola en el centro de salud pública. Son pocos los papeles que tienen y menos el entendimiento del idioma. Pero todos tienen miedo a una palabra que para nosotros es una honra, un derecho laboral que hay a todos nos cubre en una u otra hora. La baja laboral. 
Para quienes hemos nacido en este lado de la concertina trabaja laboral es un derecho inayanable de la Constitución española. Trabaja laboral es algo que es de las pocas cosas que aún tenemos sentido común en defender. Los nacidos al otro lado de las concertinas no tienen la misma suerte que nosotros, porque aunque sus hijos sean nacionalizados españoles y estén escolarizados, y lleven veinte o treinta años viviendo en estos lugares, para muchos de ellos significa tener que migrar de nuevo a otros lugares extraños. Y se van con sus lesiones crónicas, sus fracturas inacabadas, sus traumas y sus vidas rotas. Por la mañana los veo con sus cuatro cosas. Con viejas maletas y ese maldito ruido que organiza la rueda que ya no gira en la acera. 
Banco la cabeza la hacha la familia envuelta en sus mejores trapos y lo que un día era dicha hoy es otro día de buscársela la vida. Algunos tienen suerte y no necesitan huir a otro país o a otra región. Pueden ser explotados en el otro matadero que tenemos a la misma población. Que si bien no es tan grande como el primero sigue siendo igual que el fondo de un barco negrero. Allí echan papeles y sin la lesión la pueden fingir como arreglada, tendrán otro tiempo de trabajo y aquí no ha pasado nada. Y tras sus horas matando animales, llegarán a sus casas envueltos en mil vendajes y se meterán en un balde de agua hirviendo con sal y vinagre, que es un buen remedio para bajar las inflamaciones es barato, y no le hace daño a nadie. 
Y mañana más. Vuelta a coger la pistola y vuelta a darle un nuevo destino a una nueva carne. Siempre enfundado en su disfraz de asesino, siempre con miedo a que puedan echarle. 

Ese es mi barrio esa es mi gente es mi vecino el de arriba el de enfrente. El que se cruza conmigo el que compra a mi lado el que sale a tomar el sol cada tarde. El fresco cuando la noche llega tras un día ardiente. Casi son las cinco las oigo ya a moverse. Que a veces los vigilo como un aveerrapaz te servía atalaya del primero. En un coche van cuatro cinco los que caben. Llevan una pequeña bolsa. intuyo un bocadillo y dos o tres botellas de agua grandes. Parece ser que es una gran pérdida económica suministrar de agua potable a los trabajadores en un centro de matadero. 
Recuerdo cuando aquella plaga maravillosa que solamente se llevó a unos cuantos buenos como fue el COVID, se hizo nido dentro de el grueso de los trabajadores de estos centros asesinos. La cámaras afuera todo era perfecto. Se les surtía de todo lo necesario y a la vez eran adiestrados para evitar los efectos. Un mes más tarde caían a cientos. Hubo unos cuantos muertos. No saldrá en ningún lado. Este país es especialista en callar a los medios. Solo salieron las enormes colas que se organizaron para poder vacunarles cuando ya eran ciento y la madre, los infectados. 

Y probablemente hubieran callado los propietarios, porque aquella noticia salió al aire por un revolucionario. No una persona con sentido humano y con sentido comunitario. No. Tuvo que ser un anónimo revolucionario quien pusiera en alerta algunos medios no afines, que pusieron firmes en cierto modo a los propietarios y a sus palmeros, sacando fotos a los trabajadores y su miedo de saberse posiblemente portadores de un virus que podría haberles matado. Se les vacunó como se vacuna a las reses. Como se vacuna los militares. Se les llamó a su centro de trabajo y en el propio aparcamiento se organizaron tenderetes donde poderles poner la primera vacuna. 
Eso sin contar que ya hacía meses que a nosotros nos habían puesto la primera. En el ámbito escolar fueron acuñados los chiquillos que cogieron el COVID. Tuvimos mucha suerte todos porque ante tal magnitud y viendo que los números se escapaban, y sobre todo por la parada obligatoria en la producción, aquí llegaron camiones con vacunas tantas que había sobrealmenazamiento. Y nos pusieron dos los pusieron tres a lo largo del tiempo. A los trabajadores solo vi que les pusieran la primera porque fue muy evidente y en medio de la carretera. Pero no estaban en las colas de los centros de salud a la hora de ponerse las recordatorias de la vacuna. Por lo que es no sé si son más fuertes que nosotros, o si se han enfermado emigraron fuera de las mafias que trafican con carnes de consumo humano. 

Yo hablo de mataderos otros podéis hablar de astilleros y podéis hablar de jornaleros. Todo esto lo hablo desde el punto de vista única y exclusivamente humanitario. No vengan ahora a los puristas de la sangre, de la raza aria. Habló del sentido común humano. Tenemos masificaciones de personas viviendo y trabajando como esclavos. Bajo las órdenes de cuatro asquerosos que se pasan los derechos de los trabajadores por los forros de los pantalones. 
Esos cuatro asquerosos son los mismos que dicen que vendrán de fuera a quitarnos el trabajo. Que vendrán a violar nuestras mujeres. Que vendrán a traer enfermedades como trajeron en su día la peste. 
Hay que vivir la realidad diaria de estas personas para darse cuenta, de lo manipulado transformado y bien construido que está el discurso de odio en la boca de los inconscientes. 
No puedo concebir que haya gente que en su momento fue ADN de quien luchó por las libertades de los pueblos, quien hoy se dedique ah apalear a trabajadores inmigrantes, a personas que han venido a buscarse la vida un sueño, como en tiempos de guerra hicieron nuestros abuelos y hasta nuestros padres. 
Yo no puedo ser semilla de alguien que odia a un extranjero. Yo no puedo apalear a nadie por el mero hecho de nacer en otro país. No puedo golpear a nadie por el mero hecho de tener diferente piel diferente tono de pelo diferente forma de vivir la vida sexual Vidal la vida amorosa vivir la vida sentimental vivir la vida en definitiva. 
Yo no puedo matar un animal y no como carne. 
Y no te confundas al leer estas palabras que no soy un animalista de estos de rastas y perroflauta. Pero reconozco y admiro la vida de muchos de ellos. He vivido sirviendo pero no ha explotado. He sido tu camarero, he sido tu botones, he sido quien te ha llevado a esquiar. He sido el que te ha servido un café calentito luego. He sido quinta hecho la cama he sido quien te ha lavado la ducha. He sido quien ha cuidado de tus hijos mientras tú te has ido a tomarte tu refresco. Soy español. Llevo muchas generaciones siendolo. Mi árbol genealógico me apunta como español desde antes del medievo. Lo cual no quiere decir que no sea yo parte universal como os lo somos todos. Porque los pueblos se movieron porque los imperios se movieron, porque las personas se adaptaron, porque se generaron nuevos miembros de aquellas gestaciones. 
Blancos chinos rojos azules negros verdes solo son colores. Ser humano solo hay uno. 
Y el ser humano no apalea a otro ser humano. El ser humano no explota a otros ser humano. El ser humano no mata a otros ser humano. Salvo por mediación de algo creado por un humano en manos de un cabrón. El dinero. 

Un criminal con dinero puede hacer perfectamente lo que quiera con la vida de quien quiera. Un psicópata con dinero puede hacer lo que quiera con los que quiera del país que quiera inclusive hacer lo que quiera con el propio país. Un asesino con dinero está por encima de todo eso. A un asesino no le importa el dinero. Un asesino que se precie de serlo solo le importa seguir siéndolo. Hay algo que el dinero no puede pagar y es ver como la vida abandona el cuerpo de aquello que se desea matar. Crea un estado de euforia tal que el asesino se pudiera ser rebolcaría sobre ese lodo de euforia. Si pudiera se lo metería por cada uno de sus agujeros y disfrutaría de una especie de orgasmo eufórico como buen psicópata asesino que es. 
Hoy los psicópatas asesinos tienen dinero y acaban en instituciones públicas, mandando delegaciones mandando gobiernos mandando ejércitos mandando policías. Todos son instrumentos para generar el mismo tipo de placer que puede tener cuando mata a una persona o a un animal.
Se nutre del miedo, se corre al ver perder la vida. Y esa es la única esencia que tiene en la vida. Es su único objetivo. Repetirlo una y otra vez una y otra vez porque está dentro de su cerebro podrido. 

Sí amigos. Nosotros también somos parte de ese placer recibido por parte de esos seres imperfectos, que deberían de ser erradicados como el peor de los virus una vez que son localizados. 
Somos parte del silencio que les acalla. Somos parte de los medios que callamos  su difusión. Somos parte de los palmeros que aplauden sus decisiones. Somos los compañeros de trabajo de esos mismos palmeros. Somos los que miramos para otro lado cuando llegan a realizar cualquiera de sus acciones. Somos los que compramos sus productos. Productos que salen del miedo de la humillación y de la trata de esclavos. Somos quien hasta antes de ayer compramos sus productos en el supermercado aún a sabiendas de que estaba marcado su procedencia. 
Todos somos culpables. 
Y tenemos lo que merecemos. 
Y no os olvidéis que una alimaña  rabiosa, no dudarán en comerse al niño de quien le da de comer. No penséis que podéis tener controlados a los distintos tipos de alimañas con los que convivís. Tienen en el ADN grabado que tarde o temprano harán por matar nuevamente. Y serás tú el muerto si estás a su lado. O tu mujer o tu hijo o tu hija. 
Y no puedes coger distancia con este problema. No puedes vivir en un yate fumando puros como un presidente corrupto cualquiera. Eso no te va a aislar de su condena. Todos vivimos bajo la navaja de estos asesinos. Yo levanto la cara y miro a mis vecinos y veo palmeros. Explotados pero palmeros. Y voy a mi Ayuntamiento levanto la cabeza y miró mi racinos. Y veo palmeros de asesinos. Estos no matan animales al menos no de forma habitual, pero callan cuando les viene un sobre a su nombre para callar. Y aplauden a quienes su jefe en el partido, todo por no perder una silla caliente. No son tan diferentes como el que trabaja en el matadero, que también aplaude y calla por su silla caliente...

Vivo en un mundo de mierda no me hagáis caso. Solo soy el loco que perdió la razón cuando perdió a su mujer. Y un loco puede decir lo que quiera porque a fin de cuentas está loco. Es un insano. 

Pero yo no voy a comer carne, ni me voy a ir a darle al asesino la mano. Yo no voy a reírle las gracias al palmero ni le voy a dar palmas de apoyo. Quieres matarme porque eres un asesino nato hazlo. Quieres regodearte viendo como abandona mi vida este cuerpo ingrato hazlo. Cuando quieras en cualquier momento no es necesario pedir cita. Puedes acabar con mi vida cuanto te dé la gana. Porque tú eres una alimaña. Y estas convirtiendo este mundo en un estercolero en el que solamente podréis intentar sobrevivir alimañas como tú. 
Pero no te equivoques...
Solo puede quedar una y cuando se quede una sola a ver qué hace.

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